Publicado en weill.cornell.edu
La depresión posparto, una depresión grave que se presenta después del parto, afecta al 10-15% de las madres primerizas y provoca dificultades emocionales que pueden repercutir tanto en la madre como en el bebé durante años.
Según un nuevo estudio realizado por investigadores de Weill Cornell Medicine y la Facultad de Medicina de la Universidad de Virginia, las mujeres que desarrollan depresión posparto (DPP) pueden presentar niveles característicos de esteroides neuroactivos, moléculas derivadas de la hormona progesterona, en la sangre durante el tercer trimestre del embarazo. Estas moléculas influyen en la respuesta al estrés y la regulación emocional del cerebro.
Los hallazgos, publicados en Neuropsychopharmacology, sugieren que esto podría permitir identificar a las mujeres con riesgo de DPP antes de que aparezcan los síntomas, lo que posibilitaría una intervención más temprana por parte de los médicos. La depresión posparto, una depresión grave que se presenta después del parto, afecta al 10-15% de las madres primerizas y provoca dificultades emocionales que pueden repercutir tanto en la madre como en el bebé durante años. Entre los síntomas se incluyen dificultades para establecer un vínculo con el bebé, sentimientos de desesperanza y tristeza, fatiga, pérdida de apetito y dificultades para dormir, entre otros.
“El posparto es el único momento en la vida de una persona en el que sabemos que existe un desencadenante biológico que garantiza que un cierto porcentaje de mujeres enferme”, afirmó la Dra. Lauren Osborne, profesora asociada de obstetricia y ginecología y de psiquiatría en Weill Cornell Medicine, quien codirigió el estudio. “Si logramos comprender esta biología y encontrar predictores, no solo ayudaremos a las mujeres, sino que también podría darnos una ventaja en la búsqueda de predictores para otras enfermedades psiquiátricas”.
La Dra. Jennifer Payne, profesora y vicedirectora de investigación en psiquiatría y ciencias neuroconductuales de la Facultad de Medicina de la Universidad de Virginia y UVA Health, quien también codirigió esta investigación, ha dedicado años a buscar la base biológica que conduce a la depresión mayor. “Estudiar la depresión posparto nos permite identificar los cambios biológicos que ocurren antes de que una persona desarrolle depresión, ya que el momento de aparición de la depresión posparto es predecible”, añadió.
Los niveles de esteroides neuroactivos podrían ser una señal de alerta.

“Muchos estudios han comparado los promedios de los niveles de esteroides neuroactivos con los promedios del estado de ánimo a lo largo del tiempo, lo cual solo indica que existe cierta correlación biológica, pero no aporta información clínica”, afirmó la Dra. Osborne.
Para abordar esta laguna, los investigadores limitaron su estudio a 136 mujeres que no sufrieron depresión durante el embarazo y midieron los niveles de esteroides neuroactivos en muestras de sangre en momentos específicos del segundo y tercer trimestre. También realizaron un seguimiento clínico hasta nueve meses después del parto. Treinta y tres participantes desarrollaron síntomas de depresión en el período posparto. “Si bien la depresión puede manifestarse en diferentes momentos durante y después del embarazo, su aparición temprana, entre las 4 y 6 semanas, constituye una entidad biológica distinta”, explicó la Dra. Osborne.
El estudio se centró en la hormona progesterona y su vía metabólica como posibles factores en la depresión posparto. Dos esteroides neuroactivos derivados de la progesterona que parecen influir en el riesgo de desarrollar depresión posparto son la pregnanolona y la isoalopregnanolona. La pregnanolona actúa sobre el receptor GABA-A para proporcionar efectos calmantes y reducir el estrés. Por el contrario, la isoalopregnanolona interactúa con el receptor GABA-A para aumentar el estrés.
El estudio determinó que, durante el tercer trimestre, las mujeres que desarrollaron depresión posparto (DPP) presentaban una menor proporción de pregnanolona/progesterona y una mayor proporción de isoalopregnanolona/pregnanolona en comparación con aquellas que no la desarrollaron. Los niveles elevados de progesterona al final del embarazo también se asociaron con un mayor riesgo de DPP, lo que indica una disminución del metabolismo de la progesterona en sus metabolitos beneficiosos.
«Si pudiéramos replicar estos resultados, esto podría convertirse en una prueba clínica capaz de predecir el desarrollo de futuras enfermedades», afirmó el Dr. Osborne.
Aunque no está claro por qué algunas mujeres desarrollan DPP, estos hallazgos sugieren que podría existir un desequilibrio en el metabolismo de la progesterona. Cuando esto resultaba en un exceso de progesterona o en su metabolización preferencial a isoalopregnanolona en lugar de metabolitos positivos, estas mujeres tenían cuatro veces más probabilidades de desarrollar depresión posparto (DPP). Esto podría estar relacionado con la actividad relativa de dos enzimas (3α-HSD y 3β-HSD) que ayudan a convertir la progesterona en pregnanolona e isoalopregnanolona.
Hacia un tratamiento preventivo
Actualmente, dos nuevos tratamientos, brexanolona y zuranolona, pueden recetarse una vez diagnosticada la DPP. Los hallazgos del estudio abren la puerta a un posible tratamiento preventivo para mujeres embarazadas cuyos análisis de sangre revelan niveles de esteroides neuroactivos asociados con un mayor riesgo de depresión posparto. «No sabemos si estos fármacos funcionarían como medida preventiva para las personas con riesgo de desarrollar depresión posparto, pero según nuestros hallazgos, tienen el potencial de prevenirla».
«En el desarrollo de la depresión posparto», afirmó la Dra. Osborne.
Los investigadores planean replicar sus hallazgos en un grupo de pacientes más amplio y diverso. Además, la Dra. Osborne, el Dr. Payne y sus equipos determinarán qué ocurre en la vía metabólica de la progesterona antes de que se desarrolle la depresión posparto, mediante la medición directa de los niveles de las dos enzimas que convierten la progesterona en sus metabolitos.
Este trabajo fue financiado por el Instituto Nacional de Salud Mental de los Institutos Nacionales de la Salud, mediante las subvenciones R01MH104262 y R01MH112704.

